Cuaderno de Bitácora 1ª y 2ª semana


1ª semana

Estimulado por la invisible necesidad de acercarme a la ciudad de mis orígenes y confirmada mi incapacidad por encontrar esa disponibilidad desvariada y eso que uno anda ya, prejubilado. Hace tiempo que me falta tiempo o quizás es que no lo sé encontrar. La solución se me presentó en forma de viaje virtual. Vamos a ver como definirlo… imaginativo. Sí eso es. Una regata en una embarcación a vela de 18 metros de eslora y toda la arboladura propia de un barco de regatas. Sonaba, cuanto menos, curioso. Mis años mozos aparecieron en mi incansable imaginación y evoqué aquella afición desmedida por la navegación a vela en la que me inicié bordeando las aguas de Sitges y Vilanova.
Movido por esa irresistible curiosidad que sienten los exploradores, aventureros, agentes de aduanas, procuradores,… en fin por todo el mundo que se siente vivo, me inscribí en la regata bautizada por sus organizadores como: The Game Barcelona World Race, nombrecito importado que me producía alergia lingüística, pero que había que aceptar ya que no tenía derechos de inscripción y solo se aconsejaba, que no exigía, una buena dosis de ilusión.
Desconcertado por el desafío, me interesé por la regata y miré este video:


que terminó por decidirme. Era una propuesta interesante y como el compromiso era moldeable a mis ganas de completar esa aventura que se me ofrecía sin moverme de casa, decidí que … p’alante. Así que ya estoy embarcado, virtualmente hablando, familiarizándome con jarcias, velas, cabos y partes meteorológicos. ¡Claro está! Lo primero que hice fue bautizar la que iba a ser mi compañera durante no sé cuantas jornadas y aunque sabía que lo propio era identificar las embarcaciones con nombres femeninos, yo opté por escoger un apelativo de claras referencias en mi ajetreada memoria. Y así, elegí: ATALAYÓN. Los que se han bañado en aquella dársena natural situada entre Melilla y Nador, antigua base de hidroaviones, evocarán aquellas aguas transparentes, calmadas, sus fondos pedregosos y los domingos veraniegos que allí nos pasamos. Ya me entendéis.
Imaginadme. Un novato sobre la cubierta de un crucero a vela y con la ilusión de un recién llegado a tan desmesurado desafío. Movido por la necesidad de ambientarme y controlar tan reducido pero complejo espacio náutico, me moví desde la bañera al cuarto de derrota, los camarotes, la cocina y recorrí toda la cubierta comprobando cómo estaban situados los aparejos y el velamen disponible. Perfecto, a primera vista. Más adelante comprobaré hasta dónde soy capaz de llevar esta empresa.
Como la regata virtual de la que ya soy un tripulante más está asociada con otra real que pretende recorrer con dos tripulantes una vuelta al mundo, a mí se me apareció como inabarcable por su duración. Unos tres meses prevé la organización para los barcos reales 25.000 millas. La regata ya comenzó el 31 de diciembre del pasado año y como yo me incorporé el pasado lunes, 7 de febrero, pocas posibilidades tenía de andar entre el grupo de vencedores, decidí entonces, acortar mis ambiciones deportivas y fijar mi meta en Melilla, que era donde realmente quería ir, no sin antes rendir visita a Almería.
La salida de Barcelona, fue silenciosa. Nada más que yo, tenía conocimiento de aquella ocasión. Además de sigilosa. No me atrevía a cambiar del rumbo que se me ofrecía en el inicio y mi velocidad de crucero era lenta. Muy lenta. No alcanzaba los 3 nudos. Para que me hiciera una idea, consulté y resulta que un nudo (kts) es una milla náutica a la hora equivalente a 1,852 km/hora o sea que no llegaba a los 6 km/h. ¡Qué velocidad! Pero la experiencia ha ido enseñándome en este corto espacio de tiempo y voy mejorando mi velocidad, a base de errar en mis rumbos intermedios. Algo ando aprendiendo de ángulos, derivas, velocidades, rumbos y arboladuras Y es, en esa singladura donde me encuentro. Rellenar el cuaderno de bitácora con las obligadas referencias técnicas y también con las propias experiencias personales que no son pocas, ocupan parte de mi tiempo además de atender el perfecto estado de jarcias y velas de las cuales dependo. Ya te iré contando mis avances y también mis fracasos.
Para que te hagas una idea al soltar amarras en el puerto de Barcelona me asignaron la posición 33.126. ¡Madre mía! pensé. ¡Cuánto marinero frustrado! Y para que veas cómo anda de concurrida la regata, mira la imagen del comienzo y te hará una idea de la concurrencia.


2ª semana

Casi una semana ha pasado y el avance insospechado del Atalayón me han hecho reconsiderar mis primeros objetivos. Verás. La salida de Barcelona,como apuntaba en la anterior crónica, fue tan lenta y pastosa que llegué a pensar que si llegaba al Delta antes de que finalizara la regata sería un éxito. El viento rebajado a una brisa veraniega impedía que Atalayón mostrase su capacidad y el Grumete que lo patroneaba sin saber que rumbo encontrar que le empujara un poco aunque fuese hasta las costas del Garraf. Casi un día hasta conseguir la latitud de Vilanova y sin embargo la moral, algo decaída, se seguía retomando a espacios cada vez más distantes.
¡Incrédulo! me decía cuando traspasé la desembocadura del Ebro.
¡Ves, como a vela no hay que tener premura!. Eso, se convive en tierra firme donde os convertís en cagaprisas, me recriminaba Atalayón
Y bien que tenía razón el veterano. Animado al fijarme como la estela era cada vez más veloz, enfilamos sur y a tragar millas A Castellón, Vinaroz y Valencia las sobrepasamos indiferentes y a lo nuestro que no era poco. Ya se acababa el miércoles y el cabo La Nao nos guiñó desde su faro. Tan entusiasmado estaba que propuse a mi compañero, mientras me echaba un puñado de avellanas a la boca y un trago de la bota.
¿Qué te parece, Atalayón, si tocamos el puerto de Almansa y saludamos a la familia de Juan?
Tomate tu tiempo, echa un vistazo al Atlas de España y así te aclaras sobre lo del puerto de Almansa, me ofreció con desdén mi compañero.
Entendí que no había entendido mi requiebro por lo que decidí seguir vigilando las escotas y el compás. ¡Qué carácter!
A los dos días y navegando por el mar de Alborán nos visitó la primera borrasca en alta mar (entiéndase en el mapa de la ilusión) y comprobé como los aparejos aguantaban bien el empuje de vientos próximos a los 30 nudos. Atónito, descubrí cómo se navega por encima de los 15 nudos de velocidad mantenida. Las millas se iban sucediendo y el ánimo me señaló que había que continuar. El estrecho de Gibraltar se intuía y no iba a quedarme con las ganas de atravesarlo. Así que apunté a poniente y pospuse la visita a mi ciudad natal para hacerlo por vía aérea que sería más acertado y no me distraía de mi principal objetivo que era navegar, aunque fuese virtualmente.
Entusiasmado al comprobar que mi clasificación en la regata iba escalando puestos fui apurando la ceñida hasta el punto de dañar mi vela génova con tanto arreón. Suerte que disponía de hasta 10 kits de reparación. Aproveché uno para corregir tanto desmán en mi ambición de llegar antes sin pararme a recordar que en la mar el recorrido más corto no siempre es la línea recta.
Y llegó mi primer gran día, Ya había almorzado. Las lentejas acompañadas con cebolla cruda como a mí me gustan, empezaban a ronronear, cuando acabé de traspasar el mítico estrecho de Gibraltar, dejando a estribor Tarifa y Tánger a babor. La organización de la regata me inscribió en la lista de navegantes que había pasado aquel control lo que me impulsó a continuar poniendo rumbo suroeste.
Y volvió el bailecito con mi segunda gran borrasca. ¡Hala! ¡A correr! Y claro pasó lo que tenía que pasar al seguir sometido a los enleonados vientos volví a intentar ceñir al máximo hasta que, por segunda vez, rompí vela. Reparé y Atalayón me recordó:
¡”Cudiaíto” o te quedarás sin kits de reparación!
Y es que los 10 conjuntos originales se habían reducido a 8 ya que no se sustituyen. Sólo algunos de los utilizados se vuelven a disponer cuando se traspasan ciertos puntos de la regata por los que hay que transitar. Miré la carta de navegación y la puerta de Kerguelen, la más próxima, estaba situada al sur de Madagascar, algo más de 5000 millas. No queda a mano. Tendré que ser más conservador, pero sin dejar de navegar. Rumbos más abiertos también me llevarán a donde pretendo, me dije.
Y el Atlántico frente a mí. ¡Qué sensación tan extraña! Era la primera ocasión que navegaba por esas aguas donde se escribieron tantas páginas de la historia de conquistas, descubrimientos, abordajes y hundimientos. Voy a volver a leer la novela de Stevenson “La isla del tesoro” para ponerme en situación.
Frente a las costas marroquíes me desenvolvía cuando se sucedieron dos situaciones. La primera el cambio de huso horario. Comencé a regirme por la hora de las islas canarias y segundo, llega un mensaje de la organización notificándome que había cubierto mis primeras 1000 millas. ¡Qué sorpresa! ¡No me lo puedo creer! Si hasta parece que me haya dedicado toda mi vida a estas singladuras. Este acontecimiento me trastocó el día 15, martes. Puse el piloto automático y a leer que no es poco.
Seguiremos navegando mientras pueda y mientras adjunto un enlace informativo de mi empresa marinera:


Paco Grumete, alias "Trasmallo" desde el cuarto de derrota